Mi experiencia autista en un festival de música
Resurrection Fest 2023. Mi primer festival fue la pasada edición. Un experiencia genial e inolvidable. No me siento de la misma manera este año. ¿Qué ha cambiado del año anterior a este? Mi situación mental y emocional. El año pasado me encontraba llena de energía, en pleno rendimiento para disfrutar…Así que está es mi experiencia autista en un festival de música al borde del burnout.
Estar a punto de chocar pero incapaz de frenar
Alguna vez has sentido que vas directo hacia un choque inminente pero no solo no eres capaz de pisar el freno, sino que además no quieres soltar el acelerador… Pues así me he sentido en esta ocasión. Tan cerca de los 30, me he perdido muchas experiencias por ir pisando en freno constantemente, así que aún sabiendo que me encontraba al límite decidí seguir pisando el acelerador e intentar tirar con todo adelante a la vez, un festival, tareas del curso, etc. Iba a estallar, lo sabía, podía sentirlo…
Aún así seguí adelante. Un viaje de 9 horas hasta mi pueblo, dónde pensábamos parar a hacer noche los 4. El viaje más intenso que he tenido en mucho tiempo, a penas aprecié el viaje ya que me lo pasé atendiendo llamadas y reuniones. La ansiedad crecía por momentos, me sentía algo irritable.
Al llegar pueblo sentí cierto alivio. Ese lugar es mi santuario personal, es todo tan silencioso y rodeado de naturaleza… Sentimientos contradictorios empezaron a invadirme. Tranquilidad, añoranza y tristeza por tener que abandonar el lugar al amanecer.
De buena gana me hubiera quedado allí y no habría proseguido con mi viaje… Pero si algo he aprendido con los años es a cumplir con lo que prometes (o intentarlo al máximo). Así que aproveché cada instante allí para recargar mis baterías emocionales… Hasta que llegó la mañana.
El día del festival
Aún quedaban casi tres horas de camino hasta el lugar del festival (Viveiro). Nos levantamos pronto, me conecté a mis tareas del curso como estaba dispuesto… Y empecé a perder la paciencia, estaba al límite, todo parecía un caos con el proyecto en grupo, perdí los nervios en el coche un par de veces, hasta que de repente todo empezó a fluir un poco mejor…
Entonces, llegó la noticia, no había cargadores de dispositivos electrónicos en el camping, con lo cuál no iba a poder seguir participando en el proyecto esta semana… Creo que fue lo más liberador que podía pasarme. Aunque en un principio me desesperó, pronto le vi las ventajas, podría descansar por las mañanas.
Fue un día ajetreado y poco pudimos ver. Al llegar la noche mi pareja y yo estábamos tan agotados que nos quedamos durmiendo en el camping mientras el resto disfrutaban del festival. Menos mal que este año decidimos coger el camping caro, que además quedaba al lado del festival y tenía duchas buenas!
Ser el soporte emocional cuando quien también lo necesita eres tu…
A la mañana siguiente me sentía algo más recuperada de energías, pero… Mi pareja era quien se encontraba al límite ahora. Estaba agotado, física, emocional y mentalmente. Así que recayó sobre mi la responsabilidad, la toma de decisiones y velar por el bienestar de los dos. Y así es cómo fácilmente se volvió a descargar la pila emocional y esta vez no se volvió a recuperar.
Intentando subir los ánimos
El tercer día decidí comprarme unos calcetines “chachis” y una camiseta muy de mi estilo de un grupo que tocaba en el festival (el cual me encantó ver). Esto me hizo mucha ilusión. Aún así las multitudes y el alto volumen de toda la música (a pesar de usar tapones y auriculares con cancelación de ruido) me dejaron de nuevo drenada.
Ni siquiera tuve ganas durante el festival de maquillarme o lucir peinados bonitos con mi deslumbrante pelo de colores. Sin contar con lo mal que me sentía al comparar mi físico con el de otras chicas. Sentía que solo quería esconderme del mundo entero.
Llegar al verdadero límite y el colapso posterior
La penúltima noche fue el peor momento del festival sin duda. Estuvimos en varios conciertos por la tarde, entre ellos Papa Roach, el cual disfruté mucho.
Más tarde tocaba Slipknot, mis amigos querían estar lo más adelante posible durante el concierto, yo prefería quedarme al fondo, pero como que no quería que nadie se quedara conmigo “en plan niñera”, decidí ir con ellos hacia delante. Durante la espera intenté ir al baño, lo cual fue una misión totalmente fallida ya que la espera era una marabunta de mujeres. Así pues me di media vuelta y volví con mis compañeros. Decidí sentarme en el césped con mis amigos de pie a mi alrededor ya que me hacia sentir más segura.
Al poco de comenzar el concierto empecé a sentir mucho agobio, la gente toda apretada, chocando unos con otros, la musica muy alta, bebidas ajenas cayendo sobre mi… Decidí salir del tumulto por mi cuenta (avisando a los demás de que me iba). Menuda odisea salir de allí. La gente era reacia a abrirme paso para salir. Así que me puse los auriculares, la capucha y puse cara de pocos amigos y empezaron a abrirse como las aguas de Moisés. Parecía que la multitud no tenia fin. Creo que fue el concierto en el que se juntó más gente durante el festival de este año.
Finalmente conseguí salir, encontrar un lugar medianamente tranquilo, me pedí una sidra de sabor a fresa cuando recibí un mensaje de mi pareja preguntándome que donde estaba para reunirse conmigo. Llegados a este punto fue cuando perdí la capacidad de comunicarme verbalmente. No era la primera vez que me pasaba, pero sigue siendo una situación bastante frustrante de por si sola. Supongo que estaba tan al limite emocional que entré en modo ahorro de batería y funciones.
Sintiéndome vulnerable y sincerándome
A la mañana siguiente, me sentía como una niña pequeña, con la necesidad de ir acompañada a todos lados, incluso ir al baño. Quedarme a solas sin mi pareja me hacía sentir insegura.
Por la tarde nos decidimos a volver al festival, aunque fuera solo a pasear. Nos tomamos unas patatas fritas calentitas con mayonesa (que placer de los dioses después de 4 días a base de conservas). Dimos un paseo por el mercado del festival y nos acercamos a un concierto poco poblado de gente. Acabó pronto. Cuando mi pareja me propuso ir a donde estaban los demás vio el terror en mi cara y casi estallo a llorar. Inclusio sentía que la gente hablaba de mi a mis espaldas (la cual cosa se que solo estaba en mi cabeza)
Así que fuimos al paseo del puerto, donde aprovechando la calma comenzamos a conversar. Y por fin las palabras empezaron a fluir a través de mis labios así como las lagrimas regaban mis mejillas. Le conté como me sentía antes del festival, como sentía que llegaba al límite pero no quería frenar por miedo.
Un rato después cenamos en el camping y yo decidí que no volvería al festival esa noche. Me puse mis tapones, soporte como pude el ruido y la pirotécnia al ritmo de la música. Tras el primer estallido incluso tuve un momento de paranoia donde pensé que alguien iba con una escopeta disparando a los rezagados en las tiendas de campaña. Después conseguí dormitar hasta que regresaron los demás.
Despertar esta mañana, sabiendo que volvía a casa ha sido en parte liberador. Aunque en realidad desearía estar volviendo a un lugar tranquilo, y no a la ciudad. No se si voy a conseguir recuperarme hasta dentro de unos días… Y aún así debo continuar con las clases… Deseadme suerte.